Arabia Saudita (Contaminada)

La protección medioambiental es una antigua tradición en la península Arábiga, y ya se conocían reservas especiales mucho antes de la llegada del islam. El respeto por la naturaleza se prescribe en el Corán, el documento que sirve de guía a la monarquía religiosa de Arabia Saudí. Durante el siglo VI, el profeta Mahoma estableció una reserva natural especial, o hema, para el disfrute público, lo que se convirtió en las bases de la conservación moderna de la naturaleza. Actualmente, Arabia Saudí tiene un amplio sistema de zonas protegidas, incluido un parque nacional, las tradicionales hemas y varias clases de zonas de uso especial, que en conjunto comprenden un 37% (2007) del territorio. En las zonas de seguridad militar, en la frontera con Jordania y en el Rub al-Jali oriental, hay importantes zonas protegidas de facto. También se ha establecido cierta protección sobre algunos hábitats marinos sensibles, alejados de las costas.
Arabia Saudí es básicamente un desierto; no posee cubierta forestal, si bien el Gobierno gestiona un programa de reforestación. Aproximadamente el 1,8% (2003) del territorio está cultivado, y el pastoreo de ganado representa la amenaza ambiental más importante para la dispersa vegetación natural. La elevada tasa de crecimiento de la población aumentó la presión sobre los delicados entornos áridos del interior y generó preocupación con respecto a la gestión de los escasos recursos, especialmente del agua. Los acuíferos subterráneos están exhaustos y el Gobierno ha gastado grandes sumas en plantas de desalinización, para suministrar agua potable procesada de manera artificial.
Arabia Saudí es uno de los mayores productores de petróleo y de sus derivados en todo el mundo y sufre por tanto los problemas relacionados con su explotación, como son los derrames de petróleo sobre la tierra y en torno a sus costas. Las marismas y otros hábitats marinos sensibles, especialmente en el golfo Pérsico, se están destruyendo en las últimas décadas debido a la contaminación del petróleo. Son importantes no sólo como hábitats poco comunes sino también como elementos clave en la explotación comercial de los peces y langostinos. La guerra del Golfo Pérsico de 1991 provocó daños catastróficos en varias de estas zonas.
Para ser un país que es mayormente un desierto, Arabia Saudí tiene una biodiversidad aceptablemente rica. El 18% de sus invertebrados, siete de sus nueve anfibios, y todos sus peces autóctonos de agua dulce no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. Se estima que hay unas 3.500 especies de vegetales y 77 mamíferos terrestres, 9 de los cuales están en peligro de extinción, son vulnerables o raros. Hay equipos dedicados a estudiar la vida silvestre, pagados por el Gobierno, que están trabajando para aumentar la población de la amenazada avutarda houbara y el oryx de Arabia. Además, existen 155 especies registradas de aves, 17 de las cuales se consideran raras o en peligro de extinción.
Arabia Saudí ratificó el Convenio sobre el Patrimonio de la Humanidad pero aún no ha designado lugares. El país participa en varios acuerdos medioambientales internacionales relativos a los cambios climáticos, residuos peligrosos y capa de ozono. A nivel regional, el país se ha comprometido con la protección cooperativa de los entornos marinos compartidos en el golfo Pérsico, el mar Rojo y el golfo de Adén.